Odio a los gringos, a todos, por igual. Si veo alguno en la calle me
cruzo de banqueta porque si me topo frente a frente, con uno de
ellos, le escupo la cara. En cada rostro rojo, en cada cabeza
amarilla veo mi desgracia. Uno como ellos alimenta a mi hijo, uno
como ellos lo baña con agua tibia, uno como ellos lo abraza por las
tardes, uno como ellos le da el beso de buena noches, lo ve dormir
y lo calma en la madrugada si tiene malos sueños. Yo, siempre tengo
pesadillas, y nadie me calma. Hace mucho tiempo me lo arrancaron y
nunca más pude volver a descansar. Si cierro los ojos oigo su risa
con eco y no soporto el dolor en los oídos. Si abro los párpados
me veo reflejada en sus ojos redondos y no logro contener el llanto.
Desde que se lo llevaron soy un chorro abierto, toda mi piel está
reseca de tanto llorar.
Hoy se cumplieron once meses desde la última vez que lo tuve en
mis brazos, él estaba dormidito, prendido a mi chiche, acurrucado
con mi calor; de pronto un par de hombre pasaron corriendo y me
lo arrebataron. Como si fuera una cartera, como si fuera un celular.
He ido a la policía día tras día, he hablado con abogados, jueces,
periodistas y nadie ha hecho nada por mi. Cada vez que
descubren una casa cuna clandestina se me llena el alma de
felicidad con la esperanza de encontrar allí a mi hijo pero no ha
sido así. El seguramente ya está lejos, con una familia gringa,
esas que no pueden tener hijos y los compran. Mucha gente dice
que ellos no saben nada, pero yo no lo creo, no lo puedo creer.
Cómo no van a sospechar que hay algo raro, si adoptar un niño no
es como comprarse una hamburguesa. Ellos tienen todo el dinero
del mundo pero no pueden tener hijos. Entonces vienen aquí y en
una semana ya van de regreso con el chiríz en brazos. Le pagan a la
Embajada, a los diputados, a las hermanas de los diputados,
a los jueces, a los abogados, a los policías, a las mujeres de
la casa cuna, a los roba chicos.
Yo no tengo nada para pagarle a nadie pero no te dejo de buscar.
No como, no vivo.
Soy una hembra feroz buscando desesperadamente a su cría.
Tú nunca vas a dejar de ser mío.
Aunque te hayan llevado a quien sabe donde
aunque no nos volvamos a ver.
Aunque a ti se te olvide mi voz
a mi no se me olvidará jamás tu olor.
Yo siempre voy a ser tuya.
Yo te amé desde que supe que existías.
Yo te esperé.
Yo te parí.
Estamos unidos.
Tú, para vivir, tuviste que atravesarme.
Una vez un juez de me dijo que ya me olvidara
de mi niño, que de seguro ya estaba con una familia
de allá, que iba a tener un buen futuro, que estaba
mejor. Yo sentí que el estómago se me volvía fuego
y me le tiré encima para aruñarle la cara. Me sacaron
de la Torre a jalones, a empujones, me amenazaron
con meterme presa y ahora ya no me dejan entrar.
No sé que hacer, a quién acudir, día con día salgo de
madrugada y me voy a caminar por todo tipo de barrios,
todo tipo de calles. Tengo una foto de Jorgito siempre
conmigo y se la enseño a todo el mundo para ver si
lo han visto. Le pregunto a la gente en las aceras,
a los que van en la camioneta, a los choferes, los
vendedores del mercado, las cajeras del super, los
basureros, los chicleros, me meto a las iglesias,
a las oficinas, a los bares y restauranes,
le pregunto a todos. Todos, menos a un gringo.
Si veo a uno bajo la mirada y me voy huyendo,
no vaya a ser que no me controle y me le tiré encima.
Y yo no quiero estar presa, no puedo. Tengo que
seguir buscando, tengo que encontrar a mi bebé.
cruzo de banqueta porque si me topo frente a frente, con uno de
ellos, le escupo la cara. En cada rostro rojo, en cada cabeza
amarilla veo mi desgracia. Uno como ellos alimenta a mi hijo, uno
como ellos lo baña con agua tibia, uno como ellos lo abraza por las
tardes, uno como ellos le da el beso de buena noches, lo ve dormir
y lo calma en la madrugada si tiene malos sueños. Yo, siempre tengo
pesadillas, y nadie me calma. Hace mucho tiempo me lo arrancaron y
nunca más pude volver a descansar. Si cierro los ojos oigo su risa
con eco y no soporto el dolor en los oídos. Si abro los párpados
me veo reflejada en sus ojos redondos y no logro contener el llanto.
Desde que se lo llevaron soy un chorro abierto, toda mi piel está
reseca de tanto llorar.
Hoy se cumplieron once meses desde la última vez que lo tuve en
mis brazos, él estaba dormidito, prendido a mi chiche, acurrucado
con mi calor; de pronto un par de hombre pasaron corriendo y me
lo arrebataron. Como si fuera una cartera, como si fuera un celular.
He ido a la policía día tras día, he hablado con abogados, jueces,
periodistas y nadie ha hecho nada por mi. Cada vez que
descubren una casa cuna clandestina se me llena el alma de
felicidad con la esperanza de encontrar allí a mi hijo pero no ha
sido así. El seguramente ya está lejos, con una familia gringa,
esas que no pueden tener hijos y los compran. Mucha gente dice
que ellos no saben nada, pero yo no lo creo, no lo puedo creer.
Cómo no van a sospechar que hay algo raro, si adoptar un niño no
es como comprarse una hamburguesa. Ellos tienen todo el dinero
del mundo pero no pueden tener hijos. Entonces vienen aquí y en
una semana ya van de regreso con el chiríz en brazos. Le pagan a la
Embajada, a los diputados, a las hermanas de los diputados,
a los jueces, a los abogados, a los policías, a las mujeres de
la casa cuna, a los roba chicos.
Yo no tengo nada para pagarle a nadie pero no te dejo de buscar.
No como, no vivo.
Soy una hembra feroz buscando desesperadamente a su cría.
Tú nunca vas a dejar de ser mío.
Aunque te hayan llevado a quien sabe donde
aunque no nos volvamos a ver.
Aunque a ti se te olvide mi voz
a mi no se me olvidará jamás tu olor.
Yo siempre voy a ser tuya.
Yo te amé desde que supe que existías.
Yo te esperé.
Yo te parí.
Estamos unidos.
Tú, para vivir, tuviste que atravesarme.
Una vez un juez de me dijo que ya me olvidara
de mi niño, que de seguro ya estaba con una familia
de allá, que iba a tener un buen futuro, que estaba
mejor. Yo sentí que el estómago se me volvía fuego
y me le tiré encima para aruñarle la cara. Me sacaron
de la Torre a jalones, a empujones, me amenazaron
con meterme presa y ahora ya no me dejan entrar.
No sé que hacer, a quién acudir, día con día salgo de
madrugada y me voy a caminar por todo tipo de barrios,
todo tipo de calles. Tengo una foto de Jorgito siempre
conmigo y se la enseño a todo el mundo para ver si
lo han visto. Le pregunto a la gente en las aceras,
a los que van en la camioneta, a los choferes, los
vendedores del mercado, las cajeras del super, los
basureros, los chicleros, me meto a las iglesias,
a las oficinas, a los bares y restauranes,
le pregunto a todos. Todos, menos a un gringo.
Si veo a uno bajo la mirada y me voy huyendo,
no vaya a ser que no me controle y me le tiré encima.
Y yo no quiero estar presa, no puedo. Tengo que
seguir buscando, tengo que encontrar a mi bebé.
1 Comments:
regina te admiro, que habilidad para meterse en el alma de una mujer que perdió un hijo
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