miércoles, febrero 22, 2006

PERRA



Sentía como la vista se le nublaba en medio de un gemido que le salía
desde el fondo de las entrañas.  Era un orgasmo, del que tantas y
tantas veces había oído hablar.  El que tantas y tantas veces había
buscado de diversas formas.  Masturbándose con las manos, con una
botella, con un consolador sin pilas, con un vibrador, cogiendo con los
primos, con los del barrio, con su nuevo novio Manuel.

Nunca podría tener la certeza pero todo indicaba que esa falta de
aire, ese retorcijón en medio de su vagina, en un punto exacto que no
podía ubicar, era un orgasmo.  Sus ojos permanecían cerrados y esos
segundos de placer le parecieron la razón de su vida entera.

La bolsa de nylon que le cubría el rostro, ahora con una extraña
sonrisa, se le terminó de pegar a la piel, la fuerza que la sostenía
en cuatro patas, dejó de correrle por los músculos.  Ya no sentía
nada, ni ardor en la pierna navajeada, ni dolor en la mano sin dedos,
ni miedo, ni odio, ni impotencia,  solo una corriente de paz y ganas
de no abrir los ojos nunca más.

El hombre, que no llegaba ni siquiera a los dieciocho años de edad y
que, sin embargo, tenía más vida que un militar de sesenta, se percató
que el cuerpo al que estaba penetrando, era ya un cuerpo muerto.

Igualmente siguió, una y dos veces, una y veinte veces, no iba a
quedarse con el semen dentro, ya que eso luego le causaba grandes
retorcijones en la base de la verga.

Inmediatamente después de la erupción, se sacudió el miembro sobre el
cuerpo inmóvil, se lo guardó entre los pantalones anchos de lona y dijo
en voz alta -esta puta ya palmó, mejor nos apuramos a terminar el
trabajito y nos rajamos.

El Payaso, que aún no había gozado, levantó una mano en señal de
desaprobación y dijo que el no se largaba a ninguna parte sin antes
metérsela a la jaina -que deahuevo ustedes cerotes como ya están
desquesados, pero yo así no me regreso a mi chante, caras de mi verga,
ahora se esperan culeros.

Luego de eso se acercó al cuerpo, lo puso boca arriba, lo estiro bien
y se le echó encima para facilitar la penetración, como estaba tan
caliente, de tanto ver, se vino en pocos minutos.

Los demás se rieron casi al mismo tiempo, el Pinki dijo -este
hijueputa no aguanta naaa, mejor no le conecto a la Rossana que la
va a dejar con ganas.

Entre todos, que eran seis, exactamente seis, cogieron a la mujer; o
lo quedaba de ella.  La extendieron sobre un nylon.  El Payaso, con un
cuchillo de cocina oxidado le corto las orejas y las metió dentro de
una bolsa amarilla de Paiz.  El líder de la clica, el más ácido de
todos, el más cabrón, conectó el cuchillo eléctrico que se habían
güeviado especialmente para esos menesteres y empezó a cortarle la
pierna izquierda, en la que antes, cuando aún estaba vivita y
coleando, le habían escrito la palabra PERRA con una navaja.

La sangre salpicaba de forma sucia y descontrolada manchando todas las
paredes.  El Kalaka, sin pensarlo, alegó por el desorden que se estaba
haciendo -ala gran puta vos, esta mierda si nos va a costar limpiarla,
trabaja más limpio manito, como un profesional.  Todos, al unísono,
volvieron a reir.

- Mejor pasame esa caja y hacete shooo, cara de mi culo, le dijo el
Bronson al Kalaka.  A los pocos segundos la pierna lucía dentro de la
caja de carton de Pasta Ina como un cadáver en su propio ataud.

La caja fue depositada de madrugada en una calle de la zona 3.  Las
orejas se las guardaron ellos de recuerdo.  El resto del cuerpo, el
tórax, la cabeza, los brazos, la otra pierna, fueron cortados luego,
metidos como fuera en bolsas negras Kanguro y depositas sin orden en
diferentes puntos de la ciudad.

-Este tiene que ser un orgasmo se decía ella para si misma, del que
tanto me habían hablado, el que tanto había esperado.